Lapislázuliz

Palabras en el aire que buscan ser respiradas.





Hablas en el aire
y las ondas de tu voz me transportan hasta tus hormonas
camino en el limbo del amor.
Tropecé. Otra vez.

Peco en tus manos,
porque tus huellas me calientan.
Existo en tus besos
aunque me suenen a silencio.

Peco con amor
te peco en mí.


Mi cuerpo es un cuaderno
en el que sólo yo escribo
en el que te dejo hacerlo.
En él,
los colores se disuelven
se filtran
las grafías se inspiran en tus manos
y te miran. 
Soy tuya
en cualquiera de las formas
y hasta mis heridas se camuflan
para ir a la guerra de tus besos.

Veo rostros dormir a mi alrededor
ninguno se parece a ti,
no tienen tu expresión,
la de soñar con amor
ni tu sonrisa,
la del trance a la imaginación.

Y me pregunto
                  ¿dónde estarás?
qué sábanas pisarán tus talones
qué suelo besarás
en qué almohada despertará tu cara
pura, sin máscaras, apoyada.

Y no me respondo
                     por miedo al olvido.
Será que aún te quiero
en silencio,
pero las horas pasan
y no señalas mi casa.

Ya no me asomo a la ventana
a esperar tu llegada
los minutos son exactos
ya no hay prórroga de amor en mi reloj.

¿Volverás?
Aquí te espero.


                                                                    A mamá

Yo aprendí a ser mujer
desde que mi madre me acarició
en su asimétrico pedazo de piel
desde que me hizo conocer el mundo
por primera vez.
Mujer, con los días
con los años impregnados,
hembra,
a veces, débil y tan pura
otras tantas tan febril en la locura,
muchas otras, tan fuerte, tan firme, tan dura.
Tan mujer cuando al espejo me miro
y el tiempo, todo cambia
todo lo sitúa
y aprendo
una y otra vez cuando las arrugas de mi abuela veo
cuando las cuento en silencio
y sé lo que soy
y lo que quiero seguir siendo.



No puedo negociar mi estado de cambio
los días pasan y no avisan que no regresan.
El cabello crece, y los pasos se desgastan
los míos no son coherentes.
Repaso esa sonrisa que palpita en mi mente
sonrisa que no me deja opción al recuerdo.
El mar estaba bravo cuando yo nací
se alejaba y no regresaba.
Crecí
y cuando pude sostenerme en pie
me quedaba en la orilla
sentada
fastidiando a la arena,
metíendola en mis silencios.
Hace un tiempo los casetes eran azul
no existía la Internet
usaba charol en los pies
negros y blancos,
vestidos almidonados
olor a lavanda en la piel.
Lo único que conservo ahora
es la música y el perfume
que nunca se irán de mi ser.
Crecí así, moriré de igual manera
entre la lavanda, el mar y  la arena.