Lapislázuliz

Palabras en el aire que buscan ser respiradas.

                                                                              Imagen: Peka2
Dos en punto de la madrugada
él, la neblina y yo
en una batalla interna
con un pie en la tierra,
el otro en el vacío.

Me mira, -¡salta!- me dice,
le cojo la mano derecha
y apreto hasta no sentir sus dedos
¡no puedo! sale desde el fondo de mi garganta
¡no quiero!
-¡es ahora!- replica él, imponente.
¡No mires que hay detrás, ni delante!

Con la mano izquierda seco el sudor
sobre mis labios,
Empiezo a sentir el frío del mar
mientras cierro los ojos y parpadeo.

Respiro hondo, como presagiando el final,
¡Me dejaré caer! -pienso en silencio-
Tengo tantas preguntas por resolver
por contestarme
antes de partir,
Me hago a un lado del vacío
-¿No tienes miedo?- le pregunto algo agitada,
¡No! Es en lo único que pienso.

Estamos juntos en esto -le digo-
Estamos juntos desde que nacimos.

Tus ojos cerrados,
tu mano izquierda en el pecho (cerca de tu corazón)
y la derecha en mi muslo desnudo.

Así se pasan las horas en esta habitación.
Tu cabello cae hasta tu  frente,
con dedicación aparto cada hebra para poder besarla.

Cansado, recorres con tus dedos mi cuerpo
sin esfuerzo,
te lo sabes de memoria
eres como un compás
eres la brújula.

Las horas se rompen
en nuestro vaivén,
no las sentimos en los huesos
ni en el único ombligo que nos acoge.

Así amanecemos en estas mañanas frías
y agujereadas de Lima
sin contar las horas
que pasan herméticas entre nuestra piel
hablo en singular, somos uno.